Después del silencio, el conocimiento.

Un día, alguien me preguntó: “¿sigues escribiendo novelas?”. “No”, le contesté. Y ahí acabó la conversación.

En realidad, esa no era una pregunta para ser contestada, ni mi respuesta fue verdadera. Mi contestación hubiera sido: “No… para ser leída, en este momento. Pero sí, ¡claro que escribo!… escribo continuamente. Todos los que escribimos, lo hacemos constantemente, para nosotros, en nuestra esfera privada. Lo hacemos, porque nuestro pensamiento es rápido, fructífero, analítico y exigente. Tenemos esa alta capacidad, o talento especial, que necesita ser expresado con palabras.

¿Para qué escribir?, me pregunto.

Me respondo, que para llevarte a ti, que me lees, parte de mis pensamientos: de lo que he aprendido en mi búsqueda, de lo que me he planteado en mis dudas, de lo que he concluido en mis curiosidades. Porque mi historia no difiere mucho de la tuya, seguramente. Lo que difiere es cómo lo he vivido, y qué he resuelto de todo ello.

Mi silencio ha sido largo, es verdad. Vivo inmersa en él. ¡No hay lugar de más paz! Pero también necesito llegar a ti, una vez más, para rascarte tu impasibilidad con mis planteamientos, a veces inalcanzables, otras muy desconocidos, aunque reales como tú y como yo.

Y también, una vez más, para decirte: ¡Despierta!. No es tiempo de dormir, sino de despertar. De avanzar a más grandes logros y mayor felicidad. Tanto en lo personal como hacia todos los seres. Es lo que nos llevamos de esta experiencia vital: la felicidad que hemos sentido, de quien nos ha amado, y el amor que hemos generado en los demás, al amarles.

¡No te pierdas ni un solo día de tu vida!

LOLA