Enfrentarse a un folio en blanco

Muchas veces, en las presentaciones de mi cuento Antakar, me han preguntado cómo se vive el hecho de enfrentarse a un folio en blanco.

Para mí, ese punto en que como escritora puedo manifestar tal excelso acto creativo, dando forma con las palabras a mi visión interna, es algo casi mágico. Dar expresión a un mundo que solo una misma conoce, vive y experimenta y que a veces se va manifestando muy poco a poco, palabra a palabra y otras, desde el mundo de las ideas, te agolpa abruptamente deseando comunicarse con este lado de la realidad donde se desea expresado, reconocido, vivido y sentido, es una gran responsabilidad.

Los nuestros, los mundos de los escritores, son tan íntimos y personales,  y a veces tan únicos e insondables que ante ese folio en blanco rasgan el velo y se muestran unas veces tímidos, otras descaradamente enérgicos pero, en definitiva, se muestran en su profunda necesidad de existir, sobre ese papel en blanco que sostendrá lo creado.

La pasión por crear es un hecho que yo vivo con necesidad. La creación inherente al ser humano, a veces permanece dormida por largos años pero, una vez despertada, reclama imperiosamente ser reconocida y manifestada. Entonces te hace cambiar tu mundo, tus motivaciones, tu visión, para llevarte de la mano hacia una nueva realidad por descubrir y experimentar.

Estas otras realidades surgieron en mí de la mano de Antakar, en forma de cuento de sueños y fantasía, en donde el color y la luz se revelaron de maneras, incluso para mí, sorprendentes... O en Nunca fue un sueño, utilizando el lenguaje cinematográfico.

Creo que mis personajes son emocionalmente cercanos, con los que todos nos podemos identificar. Antakar, por ejemplo, es tan humano como cualquiera de nosotros, pero permanece abierto a su cambiante realidad, a la transformación que va viviendo en mundos y esferas nuevas para él. Lo hace a veces con decisión, otras con duda e incertidumbre. No es pues muy diferente a todos nosotros. Busca y ansía sus metas, la consecución de su sagrada misión. Y anhela el amor y la felicidad junto a su amada Nákar, una experiencia que desea vivir intensamente aunque se halla lejos de su realidad.

Antakar es un maestro, aunque él no lo sabe. No ha reconocido aún su valía ni sabe de su gran potencial. Pero vive abierto y expectante ante lo desconocido, dejándose fluir. Y es, precisamente en su simplicidad en donde se halla su grandeza.

Pronto os hablaré de los personajes de Nunca fue un sueño. Mientras, y si aún no lo habéis hecho, os invito a leer una experiencia única: la que vive Antakar. De esta manera, quizá sin proponéroslo, sintáis la magia de ese mundo de sueños y fantasía dentro de vosotros. Ahí terminará mi papel como creadora y transmisora, como escritora, y empezará el vuestro abriéndoos a vuestra propia esencia vital y mágica. Porque dentro de todos y cada uno existe ese potencial único y maravilloso que nos conecta a lo trascendental y mágico, a la más pura esencia del Ser. ¡Que lo disfrutéis!

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